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La sociedad del espectáculo
Guy Debord,
Santiago de Chile, 1995.
Traducción: Rodrigo Vicuña Navarro
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Este libro de Guy Debord es una de las expresiones teóricas fundamentales del movimiento Internacional Situacionista. Publicado en 1967, en París.
 
Breve nota sobre la Internacional Situacionista

La Internacional Situacionista (1957-1972) es la histórica prolongación y superación crítica de las vanguardias artísticas de principios hasta mediados del siglo XX en Europa (dada, surrealista, letrista). A través de su elaboración teórica y su propio funcionamiento práctico estableció, en su primer período, una ruptura radical con la banalización de los restos descompuestos de esta contestación aún solamente artística de la sociedad, y dio, finalmente, una forma comunicable a la crítica unitaria del mundo de la mercancía poniendo al descubierto, en particular a través del concepto de espectáculo, el modus operandi general de la dominación de las formas modernas de la alienación social: la separación. «El espectáculo reúne lo separado, pero lo reúne en tanto que separado.» La refutación unitaria del arte separado, vale decir, de su no supresión y realización, así como la refutación unitaria de la política, vale decir de la alienación de la praxis humana en las formas especializadas del poder (jacobinismo y leninismo de la vida social) expresadas por la Internacional Situacionista, encontraron en el Mayo del 68, no solamente francés, la manifestación general de este comienzo del fin de un mundo.
El éxito abstracto de las ideas elaboradas por la Internacional Situacionista representa a contrario la limitación concreta de su crítica de la sociedad y define uno de los aspectos esenciales que determinaron la autodisolución de esta organización en 1972. Asimismo, la «celebridad oculta» de esta organización concurre al creciente y deliberado confusionismo con que la neo-gestión del capitalismo administra y domina los espíritus desde 1968.

El movimiento de autonegación del arte separado, que comienza explícitamente con este siglo y que atraviesa las dos guerras mundiales europeas, se manifiesta y devela a partir de los años 50 como la reflexión especular del movimiento de autonegación del proletariado que estas dos mega regulaciones guerreras del capitalismo han terminado aparentemente por borrar de la superficie del planeta. Es precisamente el rescate experimental de la finalidad social global de la creatividad artística lo que confiere a la crítica del arte por parte de los grupos de artistas de fines de los años 40 (el Movimiento Letrista en 1946, el grupo belga Surrealismo revolucionario, el grupo danés Host, el grupo holandés Reflex que forman en 1948 el grupo Cobra; la Internacional Letrista, en 1952; el Movimiento Internacional por un Bauhaus Imaginista, en 1953) una existencia propiamente escandalosa para una sociedad que pretende haber triunfado del proyecto histórico de una realización no artística del arte. "Si es necesario romperemos nuestras desgraciadas liras y haremos lo que los artistas no han hecho más que soñar." (Hölderlin.)
El famoso realismo socialista, que es una suerte de paradigma moderno de la existencia museográfica y del destino oficialista del arte separado, y la convivencia fría o guerra pacífica, que ha dominado desde las conferencias de Yalta y de Potsdam las relaciones entre el capitalismo de Estado y el capitalismo de libre mercado en el mundo hasta no hace mucho, representan dramática, espectacular y bufonamente los dos polos fundamentales de la congelación contemporánea de la historia a manos de los dueños de la sociedad presente: el arte y la política. Dos esferas de la actividad humana total mantenidas a sangre y fuego en la separación especializada por la sociedad del capital.
Dada, que suprime el arte sin realizarlo, y el surrealismo, que realiza el arte sin suprimirlo, así como el marxismo, que realiza la política sin suprimirla, y el anarquismo, que suprime la política sin realizarla son cada uno en su esfera los dos momentos mayores de la contestación artística y política de la sociedad capitalista en este siglo hasta la segunda guerra mundial. Y como tales, representan estáticamente la máxima desunión entre estas esferas vitales del pensamiento y la acción. La prolongación voluntarista y vanguardista así como la predecible decadencia de tales momentos extremos autonomizados, vaciados de su contenido verídico, integrados funcional y burocráticamente por sus propios supporters a la temporalidad cotidiana del capital como contestación mitólogica de éste, inaugura nuevas formas de dominación de la sociedad, dando lugar, en particular, a una mediatización totalitaria de los comportamientos a través de la imagen, vivida socialmente como realidad estético-política última y que la estrategia publicitaria amplifica al infinito.
La progresión universalizante del mercado, de la mercancía, encuentra – una vez sometido el cuerpo físico al trabajo – el "cuerpo psíquico", asiento de su propia operación, como el territorio supuestamente definitivo de su expansión pues en él se regula también, además de la mediación de los individuos por las imágenes, el comportamiento, a través de la participación fragmentaria, ilusoria y voluntaria a los resultados de la sumisión. En el triunfo, ya sin réplica a partir de la segunda guerra mundial, del mercado sobre el mundo, traducido en una abundancia inédita de mercancías y de sumisión, y de mercancías destinadas especialmente a la producción de la sumisión, el destino artístico de la política y el destino político del arte parecen cumplidos. La mercancía se presenta ella misma como la síntesis concreta de estas dos esferas vitales de la actividad humana. El sanguinario condottiero es hoy el príncipe y mecenas de todos los instantes que la tecnología fabrica laboriosamente. El arte maggiore y el arte menore están hoy unificados en el banal "arte mediático" por el que el elogio sin tregua de la mercancía mantiene neuróticamnete a los hombres al margen de su historia conciente.
Sin embargo, como lo decíamos más arriba, inmediatamente después de la segunda guerra mundial, a fines de la década de los 40, una retoma de la reflexión del arte y la política se produce en el seno de pequeños círculos de artistas, quienes benefician, por la tendencia propia del mundo mercantil a la recuperación estética, de una libertad formal en sus comunicaciones que el ámbito de la contestación política no tolera, pues aquellos que en éste ámbito hubieran podido llevar a cabo tal reflexión fueron acallados y liquidados por la guerra, el Estado y las persecuciones estalino-leninistas y fascistas. En 1946, Isidore Isou funda el Movimiento Letrista en Francia, heredero de la autonegación del arte comenzada a mediados del siglo XIX y culminada por lo esencial con Dada, desarrollando una crítica del arte a partir de la poesía onomatopeica, extendiendo este campo de acción a la novela, a la pintura y al cine (poesía reducida a letras, narración metagráfica, cine sin imágenes). Pero la provocación letrista, escandalosa en su primer momento, dejó rápidamente de manifiesto las limitaciones de su destrucción solamente interior del formalismo de estas disciplinas estéticas, produciendo una escisión entre los letristas estéticos y los jóvenes letristas, a partir de la cual se constituyó en 1952 la Internacional Letrista, en la cual Guy Debord participa activamente.
En el n° 1 de la revista Potlatch (1954), publicación de este grupo, la orientación de la crítica del arte queda claramente expresada: "Nosotros trabajamos al establecimiento conciente y colectivo de una nueva civilización", a través de "un cambio radical y definitivo de la Estética y, más allá de la Estética, de todo comportamiento". La investigación crítica, la experimentación y la teorización de que son objeto la "derive psicogéographique", el "détournement", la construcción de situaciones, sin hablar del escándalo producido por la destrucción del 7° arte (Hurlements en faveur de Sade), que este grupo sistematiza, lo conduce de la crítica aún artística del arte a una crítica de las artes y de las técnicas propiamente social, en particular a través de la realidad unitaria que posee la arquitectura en tanto que arte y tejido urbano y en tanto que unidad espacio temporal directa de la vida cotidiana: la liberación de la vida pasa por la liberación de la ciudad, que es su entorno inmediato.
Menos de un año después del congreso preparatorio de Alba que reune unas diez personas de los diferentes grupos de artistas experimentales ya citados, tiene lugar la conferencia de Cosio de Arroscia, que funda propiamente la Internacional Situacionista, en julio de 1957, en la que participan Bernstein y Debord (Potlatch), Rumney (Comité psicogeográfico de Londres), Jorn, Pinot-Gallizio, Simondo, Verrone (Movimiento por un Bauhaus Imaginista). De 1957 a 1962, la actividad de la Internacional Situacionista se centrará en la intervención y experimientación del urbanismo unitario y en la teorización de la superación del arte en la vida cotidiana a través de esta crítica del urbanismo existente que desde 1954 (Potlatch n° 7) se elabora a través del concepto de "construcción de situaciones". Las primeras oposiciones importantes de este período en el seno de la Internacional Situacionista se manifestarán en torno a la definición y alcances reales del urbanismo unitario. La tendencia a considerar el urbanismo unitario doctrinanariamente como una alternativa a la refutada actividad artística corriente y como una experimentación y reflexión independientes de las condiciones y perspectivas de una crítica global de la sociedad, a la realización de las cuales el urbanismo unitario apunta explícitamente, representada por Constant (ex Cobra) y la Oficina de Investigaciones para un Urbanismo Unitario, de Amsterdam, fue superada teórica y prácticamnete en la IV conferencia de la I.S. en Londres, en 1960. En efecto, la crítica del arte, de los roles y especializaciones que definen la vida cotidiana, la crítica del urbanismo y en especial del funcionalismo son las mediaciones por las que la actividad teórica y experimental de la I.S. progresa hacia una crítica social generalizada. Los sucesos de la época, en especial la revolución argelina, acompañan el comienzo de este proceso en el que la política revolucionaria se comprende como conteniendo todos los problemas de la sociedad.
Este mismo año 1960, Debord publica, junto a Canjueres, los Préliminaires pour une définition de l'unité de programme révolutionnaire, plataforma de discusión entre la I.S. y Socialismo o Barbarie, grupo que impulsaba una crítica radical de la burocracia, trabajando a la autonomía de las luchas proletarias y por el poder de los consejos obreros: "El mundo del consumo es en realidad el mundo de la puesta en espectáculo de todos por todos, es decir, de la división, de la alienación, y de la no participación de todos. Fuera del trabajo, el espectáculo es el modo dominante de la relación de los hombres entre sí. Es solamente a través del espectáculo que los hombres logran un conocimiento – falsificado – de ciertos aspectos globales de la vida social. La relación entre autores y espectadores no es más que una transposición de la relación fundamental entre dirigentes y ejecutantes. La relación que se establece con ocasión del espectáculo es, por sí misma, la transmisión irreductible del orden capitalista." En este texto podemos ver ya en marcha la elaboración del libro La sociedad del espectáculo,.
A partir de 1961, el trabajo teórico de la I.S. se concentra en la crítica radical de la vida cotidiana. De la crítica del cuerpo urbano se ha progresado hacia la crítica del tiempo allí encapsulado. Cada proyecto parte de la vida cotidiana y cada realización vuelve allí a tomar su verdadera significación; en este sentido la vida cotidiana es la medida de todo. El alfa y el omega temporal del capitalismo moderno al mismo tiempo que el territorio original en el que la crítica radical de esta temporalidad de la dominación "puede conducir a una superación de la cultura y de la política en el sentido tradicional, es decir, a un nivel superior de intervención sobre la vida". La IV conferencia de la I.S en Londres, en septiembre de 1960, en la que se abandona la organización federativa fundada en la autonomía nacional de las diferentes secciones de la I.S que se había impuesto desde la primera conferencia y se instituye un consejo central en el que todos los miembros de las diferentes secciones nacionales pueden participar, constituye un momento clave para la comprensión de la actividad que la I.S. desarrollará hasta al menos mayo del 68.
«¿En qué medida la Internacional Situacionista es un movimiento político?» es la cuestión central de esta conferencia, con la que se inaugura este período de definición objetiva de este movimiento, tanto por la consolidación de la crítica teórica y práctica del arte a través de la elaboración teórica de una crítica social unitaria del mundo del capital en sus formas más modernas, a las que apunta en especial el concepto de espectáculo, así como por una intervención abierta contra el reformismo vanguardista del pensamiento y la cultura dominantes (Arguments, Socialisme ou Barbarie, Esprit, Planète, Godard, Goldmann, Axelos, Morin, Lefebvre, Castoriadis, etc.), que trabaja desesperadamente a la neo-justificación del mundo de la «ausencia».
Más que artístico y más que político, el movimiento situacionista ha dado cuerpo a la negación del arte y de la política, a la superacion del uno y de la otra en una síntesis cuya parte visible y directamente comunicable consiste en la formulación de una teoría revolucionaria moderna, explícita heredera del proyecto feuerbachiano de una realización de la filosofía al mismo tiempo que reactualización del comunismo milenarista que desde la Edad Media y más allá de las utopías racionalistas del Renacimiento busca la unitaria refutación de la temporalidad plurisecular de la dominación del hombre por el sacrificio del trabajo y su divino corolario: la mercancía.
Publicado en 1967, en París, La société du spectacle, de Guy Debord, presenta el resultado teórico de la actividad de la Internacional Situacionista, y en especial el de éste su último período.

Este libro, traducido prácticamente a todas las lenguas, lo fue también al castellano en los años 70 en dos oportunidades (Ediciones La Flor, en 1974, Buenos Aires, y Ediciones Castellote, Madrid, en 1977).
Dos nuevas traducciónes ven el día, una en Argentina de Fidel Alegre, en agosto de 1995, ediciones La Marca y otra en Chile, en diciembre del mismo año, Ediciones Naufragio, que aquí entregamos.
Cabe señalar que en el apartado Bibliografía del Archivo Situacionista Hispano, en que se publica la traducción de Maldeojo, aparece abusivamente una inexistente traducción de este libro de Debord por una tal Editora Universitaria de Chile, datada en 1997 y no se hace mención de ninguna de estas dos traducciones de 1995.
Hay dos traducciones más recientes al castellano: Pre-Textos, Valencia, 1999, por Jesús Pardo, y Maldeojo, Bilbao, 1999, por el colectivo Maldeojo.

El traductor
Rodrigo Vicuña Navarro

Traducciones defectuosas
Pre-Textos Maldeojo La Marca
(en curso)

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